¿Por qué ves la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo? Una frase inmortal que desnuda la hipocresía humana a lo largo del tiempo.
- rulfop
- Apr 12
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En el mar de sabiduría que nos ha legado la historia, pocas frases han perdurado con tanta fuerza como la que pronunció Jesús hace más de dos mil años: “¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?” (Evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículo 3). Más que una simple observación moral, estas palabras revelan una radiografía cruda y atemporal de una de las grandes debilidades humanas: la inclinación a juzgar a los demás con severidad mientras se ignoran o minimizan los propios defectos.
El origen bíblico: un espejo incómodo en el Discurso de la Montaña

¿Por qué ves la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo?. Jesús pronunció esta frase durante el Sermón del Monte, un conjunto de enseñanzas fundamentales para la ética cristiana. En este contexto, la imagen de la “paja” y la “viga” no solo ofrece un contraste visual impactante, sino que denuncia con claridad la hipocresía. El objetivo no era solo reformar la conducta moral, sino introducir una revolución en la forma de mirar al otro y a uno mismo. Jesús no condena la corrección fraterna, sino la crítica arrogante y deshonesta.
Interpretaciones en la Edad Media y la Reforma
Durante la Edad Media, la frase fue objeto de múltiples interpretaciones teológicas. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, la abordó en su Suma Teológica como una exhortación a la humildad interior. Para él, reconocer la propia miseria era condición previa para cualquier intervención en la vida del prójimo. Siglos después, los reformadores como Martín Lutero también recurrieron a este versículo para criticar los abusos del clero católico, acusándolo de no ver la “viga” institucional de la corrupción mientras perseguía las “pajas” de los fieles comunes.
Personalidades que han usado la frase como arma o escudo
A lo largo de los siglos, diversas figuras históricas han utilizado esta expresión como una forma de denuncia o defensa:
Mahatma Gandhi, al hablar de la lucha no violenta, advirtió sobre el peligro de convertirse en lo que se combate. Usó esta cita evangélica como ejemplo del daño que causa juzgar sin transformarse a uno mismo.
Martin Luther King Jr. retomó esta idea en sus discursos sobre justicia social, haciendo énfasis en que muchos sectores de la sociedad estadounidense condenaban la violencia de los activistas negros sin reconocer la “viga” de la desigualdad estructural.
El papa Francisco, en varias homilías, ha retomado la metáfora para denunciar la hipocresía dentro de la propia Iglesia. Ha dicho: “¡Cuántas veces somos como los fariseos, atentos a la paja ajena mientras cargamos una viga que nos impide ver!”
Nelson Mandela, durante su presidencia en Sudáfrica, invitó a la reconciliación reconociendo errores de todas las partes, utilizando indirectamente esta enseñanza como base para el diálogo nacional.
Barack Obama, en discursos sobre unidad y polarización política, ha citado esta frase para pedir a los ciudadanos mirar sus propias inconsistencias antes de acusar a los demás.
Consecuencias de ignorar este principio
Ignorar esta advertencia ha tenido, y sigue teniendo, efectos devastadores. En política, por ejemplo, la hipocresía ha sido una de las causas de mayor desafección ciudadana. Líderes que predican transparencia y castigan la corrupción ajena mientras ocultan sus propios abusos terminan provocando el colapso de instituciones democráticas.
En el ámbito religioso, los escándalos de abusos encubiertos por altos mandos eclesiásticos han hecho trizas la credibilidad de muchas iglesias, justamente por practicar lo que esta frase denuncia: juzgar sin mirar dentro.
En las redes sociales del presente, esta tendencia se ha amplificado. La cultura de la cancelación muchas veces se alimenta de una moral doble: se condenan con furia errores ajenos mientras se omiten los propios, bajo el velo del anonimato o la superioridad moral.
La vigencia de una frase en la era digital
Hoy más que nunca, la metáfora de la paja y la viga es crucial. En un mundo hipervigilado y sobreexpuesto, donde la reputación se mide en likes y comentarios, la tentación de ver la paja ajena es constante. La autocrítica, en cambio, se vuelve un ejercicio contracorriente, poco glamoroso pero vital.
El auge de la inteligencia artificial, la sobreinformación y la fragmentación ideológica hacen que esta frase resuene con una urgencia nueva: sin una ética del espejo —sin la capacidad de mirarnos con honestidad— estamos condenados a vivir en sociedades divididas por la desconfianza y la intolerancia.
¿Qué futuro tiene esta enseñanza?
A pesar de su antigüedad, la frase no ha perdido poder. De hecho, su valor simbólico y práctico puede redoblarse en las nuevas generaciones si se integra no solo como una lección moral, sino como una herramienta crítica.
En educación, puede servir para fomentar el pensamiento reflexivo. En política, para diseñar mecanismos de rendición de cuentas más justos. En relaciones personales, para construir vínculos más sinceros y empáticos.
Además, puede ser clave en la psicología contemporánea, donde el desarrollo personal pasa por reconocer sombras internas. Terapias como el análisis jungiano o el enfoque gestáltico beben, de manera implícita, de esta idea: solo viendo la “viga” interna se puede entender al otro con compasión.
Una frase que exige valentía
Aceptar el mensaje detrás de esta frase no es fácil. Implica renunciar a la superioridad moral y atreverse a mirar zonas oscuras del propio ser. Pero precisamente por eso es transformadora. No propone la resignación, sino la purificación del juicio, la humildad activa y el amor lúcido.
Quien la escucha en serio, ya no puede ser el mismo. Ya no puede juzgar sin haber pasado antes por la criba del autoconocimiento. Ya no puede predicar justicia si no la practica. Ya no puede buscar el error ajeno si no ha limpiado primero su propio campo visual.
Una herencia viva
“¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?” no es una frase del pasado. Es una brújula moral que apunta hacia un futuro más humano. En un mundo sediento de autenticidad, esta enseñanza milenaria sigue siendo una guía segura para cultivar la coherencia, la honestidad y la verdadera transformación personal y social.
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