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“Halla un amigo y hallarás un tesoro… ¿o era al revés?”

Un papel viejo, una gran verdad


Una tarde cualquiera, revolviendo entre papeles viejos en una biblioteca polvorienta de provincia, encontré un trozo de periódico recortado. No tenía fecha, ni firma, ni indicios de autoría, pero contenía algo más valioso: un epigrama que me hizo detener el tiempo. Decía en italiano:


“Trova un amico e troverai un tesoro,

Dice la Bibbia, e son parole d’oro.

Per altro credo meglio se tu dici,

Trova un tesoro e troverai gli amici.”


Y en español, casi con la misma cadencia:


“Halla un amigo y hallarás un tesoro,

dice con palabras de oro la Biblia;

pero todavía te creeré más si me dices:

halla un tesoro y hallarás amigos.”


Halla un amigo y hallarás un tesoro
Halla un amigo y hallarás un tesoro

Aquel juego de palabras no era simplemente una rima simpática. Encerraba una ironía dolorosa y vigente: la amistad verdadera es un tesoro, sí, pero también lo es el dinero… y a veces, al encontrar dinero, aparecen los amigos que antes no estaban. Esta frase anónima se ha usado a lo largo del tiempo para denunciar con elegancia el oportunismo humano, y nos ofrece una excelente excusa para repensar lo que consideramos valioso en la vida.


Origen bíblico: La amistad como tesoro sagrado

La frase “Halla un amigo y hallarás un tesoro” tiene raíces bíblicas. En el libro del Eclesiástico, también conocido como Sirácida (6:14), se dice en latín:


“Qui invenit amicum, invenit thesaurum.”

(“Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro.”)


Este proverbio resalta el valor espiritual de la amistad. No habla de cantidad, ni de utilidad, sino de profundidad: el amigo verdadero, aquel que permanece en la adversidad, vale más que cualquier posesión. En la tradición judeocristiana, el amigo es casi una extensión del alma, un hermano elegido por el corazón.

Este concepto fue venerado por autores medievales y renacentistas. San Agustín, por ejemplo, hablaba de la amistad como “el consuelo del alma peregrina”, mientras que Tomás de Aquino consideraba al amigo como “el bien más próximo al amor divino”.


Giro irónico: el epigrama que invierte la sentencia

El epigrama que encontramos toma esta verdad solemne y la subvierte con un humor ácido. ¿Por qué? Porque la experiencia humana ha demostrado una y otra vez que muchas personas solo se acercan cuando huelen riqueza, poder o beneficios.

Decir “Halla un tesoro y hallarás amigos” no niega el valor de la amistad auténtica, pero sí denuncia su falsificación. Es una advertencia, una mueca amarga: cuida tus tesoros, no porque valgan por sí mismos, sino porque atraerán afectos interesados.

Este tipo de epigrama era muy común en los cafés intelectuales de Europa del siglo XIX, donde los escritores y filósofos lanzaban pequeñas frases cargadas de ironía, como si fuesen puñales envueltos en terciopelo.


Casos famosos: personajes que usaron o interpretaron la frase

A lo largo del tiempo, muchos personajes públicos han citado, reinterpretado o parafraseado este proverbio.


  1. Benjamin Franklin, con su famoso “El que presta a un amigo, pierde el dinero y al amigo”, ofrecía una visión cruda de la mezcla entre dinero y relaciones personales. Aunque no citó el epigrama directamente, su espíritu coincide.

  2. Gabriel García Márquez, en una entrevista, dijo alguna vez: “Después del Nobel, me sobraban los amigos. Antes de eso, podía contar con los dedos de una mano los que quedaban”. La ironía es clara: el “tesoro” del reconocimiento atrajo a muchos “amigos” tardíos.

  3. Salvador Dalí, con su irreverencia característica, escribió en su diario que “la amistad es como un banco: todos quieren entrar cuando está lleno”. Un eco perfecto del epigrama que nos ocupa.

  4. Oscar Wilde, maestro del epigrama, sentenció: “Un verdadero amigo te apuñala de frente”. Con eso, recordaba que la amistad verdadera no se endulza con intereses.


Un valor que se idealizaba más que se practicaba

En tiempos antiguos, la amistad era idealizada en la literatura, desde Homero hasta Cervantes. Ulises y sus compañeros, Don Quijote y Sancho, Enkidu y Gilgamesh… pero en la vida real, las relaciones humanas han sido siempre un campo de batalla entre lo sincero y lo conveniente.

Durante siglos, la figura del “amigo del alma” fue exaltada, pero también usada como pretexto para manipular, escalar posiciones sociales o encontrar protección. En las cortes europeas, ser “amigo del rey” no era una cuestión emocional, sino económica y política.

Este doble estándar ha estado presente en todas las épocas, y el epigrama que hallamos no hace más que evidenciar esa ambivalencia.

Presente: la era de los “likes” y la amistad por conveniencia

En la era de las redes sociales, la amistad ha mutado. Hoy se mide en seguidores, reacciones, comentarios y etiquetas. ¿Pero cuántos de esos “amigos” lo son realmente? ¿Cuántos están cuando cae la noche y no hay más que silencio?

Vivimos rodeados de gente que “nos quiere” mientras compartimos éxito, belleza o influencia. Pero basta una caída —una crisis económica, un escándalo, una enfermedad— para que muchos desaparezcan.

El epigrama cobra fuerza aquí. Nunca como hoy fue tan verdadero que “al hallar un tesoro, hallarás amigos”. Porque en el mundo digital, la cercanía emocional ha sido reemplazada por la conveniencia algorítmica.


¿volveremos a valorar la amistad real?

A pesar de todo, hay señales de esperanza. En tiempos de crisis —como la pandemia del COVID-19 o los conflictos armados actuales—, muchas personas redescubren el valor de la compañía auténtica, del amigo que no pide nada, que simplemente está.

La amistad real, aunque escasa, seguirá siendo un tesoro precisamente porque es rara. En el futuro, podríamos volver a verla como un acto revolucionario: elegir estar con alguien sin esperar nada a cambio, en un mundo donde todo parece tener precio.

Y si bien el dinero seguirá atrayendo “amigos” como las luces a las polillas, tal vez aprenderemos a distinguir entre quien viene por nosotros… y quien viene por lo que tenemos.


Entre dos verdades, una elección

Entre “Halla un amigo y hallarás un tesoro” y “Halla un tesoro y hallarás amigos”, hay dos verdades: una espiritual y otra práctica. La primera es ideal, la segunda es realista. Ambas coexisten, y nos toca a nosotros decidir cuál guiará nuestras acciones.

No hay que renegar de la ironía del epigrama. Al contrario, hay que abrazarla como quien mira el mundo con ojos abiertos, pero sin perder el corazón. Porque en el fondo, todos anhelamos encontrar ese amigo que no se va cuando desaparece el tesoro. Ese sí, es un tesoro que ninguna riqueza puede comprar.


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