“Hacer las duchas grandes otra vez”: La cruzada de Trump contra los límites al consumo de agua.
- rulfop
- Apr 11
- 5 min read
Updated: Apr 11
En el intrincado laberinto de las políticas medioambientales de Estados Unidos, las duchas han pasado de ser un simple ritual de higiene a un símbolo de disputa ideológica. A mediados de abril de 2025, el expresidente Donald J. Trump, ahora nuevamente en funciones, firmó un decreto que desmantela las restricciones impuestas al caudal de agua en los cabezales de ducha y otros dispositivos domésticos. Esta decisión, lejos de ser anecdótica, revive un debate que ha enfrentado por años a conservacionistas, fabricantes, políticos y ciudadanos comunes.
La medida, presentada como una “liberación de la presión regulatoria”, permite que cada boquilla de una ducha emita hasta 2.5 galones por minuto (unos 9.5 litros), sin considerar el número total de boquillas. En la práctica, esto significa que una ducha equipada con cinco boquillas puede consumir más de 45 litros por minuto, un gasto que, bajo normativas anteriores, se consideraba insostenible tanto desde el punto de vista medioambiental como económico.
Un vistazo al pasado: el origen de la eficiencia hídrica
La regulación del flujo de agua en los electrodomésticos tiene sus raíces en la Ley de Política Energética de 1992, firmada por el presidente George H. W. Bush. Esta ley introdujo límites obligatorios para diversos aparatos, entre ellos duchas, inodoros y grifos. El objetivo era doble: ahorrar agua y reducir el uso de energía asociada, como la necesaria para calentar el agua en hogares y edificios. Estas políticas respondían a la creciente preocupación por el agotamiento de los recursos naturales y la sostenibilidad ambiental.
Durante las administraciones de Bill Clinton y Barack Obama, estas normativas se reforzaron. En 2006, la EPA (Agencia de Protección Ambiental) lanzó la etiqueta "WaterSense", que identificaba productos eficientes en el uso del agua. Para calificar, los dispositivos no podían superar los 2.0 galones por minuto, un 20% menos que el estándar federal. Esta etiqueta se convirtió en un sello de calidad ecológica, promovido por campañas públicas y programas de incentivos.
En estados como California, donde las sequías son recurrentes, estas medidas fueron aún más estrictas. Durante el periodo 2012-2016, el estado vivió una sequía devastadora que llevó a adoptar límites más severos y a promover el uso de dispositivos de alta eficiencia. La conciencia sobre la escasez hídrica se convirtió en una prioridad política y social.
El enfoque disruptivo de Trump
Hacer las duchas grandes otra vez. Durante su primer mandato, Trump mostró un claro desprecio por las regulaciones ambientales que, según él, limitaban la libertad individual y el desarrollo económico. En 2020, bajo su administración, el Departamento de Energía revisó la interpretación de la ley de 1992. A través de una nueva regla, se permitió considerar cada boquilla de ducha como una unidad independiente, lo cual abrió la puerta a un mayor caudal de agua por ducha en total.
Trump justificó esta decisión con ejemplos personales, afirmando que las duchas actuales no le permitían lavarse el cabello como deseaba. Este tipo de argumentación, aunque trivializada por muchos medios, caló hondo en sectores de la población que ven en la regulación federal una intromisión innecesaria en su vida cotidiana.
La orden ejecutiva firmada en 2025 consolida esta visión. El nuevo decreto no solo confirma los cambios de 2020, sino que además anula cualquier restricción adicional impuesta por agencias como la EPA. La narrativa oficial sostiene que estas medidas promueven la innovación industrial, reducen los costos de producción y devuelven el poder de decisión a los consumidores.
Repercusiones inmediatas y reacciones encontradas
La comunidad científica y ambientalista ha reaccionado con preocupación. Expertos advierten que un mayor uso de agua implica no solo un mayor gasto hídrico, sino también un incremento en el consumo energético. Calentar agua representa una parte significativa del uso de energía en los hogares, por lo que esta medida podría aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, organizaciones como el Consejo de Defensa de Recursos Naturales (NRDC) han alertado sobre el impacto en las reservas de agua potable, especialmente en regiones donde la infraestructura hídrica ya está bajo presión. La medida también puede encarecer las facturas domésticas, afectando de forma particular a familias de bajos ingresos.
En contraste, asociaciones industriales y defensores del libre mercado han celebrado el decreto. Argumentan que la regulación excesiva obstaculiza la competitividad y la innovación. Fabricantes de equipos de baño han expresado interés en desarrollar nuevos productos que respondan a una demanda de mayor confort, aunque ello implique mayores consumos.
En el ámbito internacional, la medida ha sido vista con escepticismo. Países europeos, que han adoptado estrictas políticas de eficiencia hídrica, han criticado el giro estadounidense como un retroceso que debilita los esfuerzos globales contra el cambio climático. Las reacciones no se han limitado al plano gubernamental: diversos organismos de cooperación y ONGs han expresado que la actitud de Estados Unidos puede tener un efecto dominó negativo a nivel mundial.
El futuro del agua en América
La sostenibilidad hídrica se enfrenta a un nuevo escenario. Si bien el decreto puede ser revertido por futuras administraciones, la erosión de normas ambientales crea precedentes difíciles de deshacer. La producción y comercialización de dispositivos de alto caudal podrían generar una demanda difícil de contener, incluso si cambian los marcos regulatorios.
Además, la decisión abre el camino a revisar otras políticas ambientales. De hecho, Trump ya ha adelantado su intención de eliminar restricciones sobre eficiencia energética en electrodomésticos, emisiones vehiculares y construcciones ecológicas. En su visión, la desregulación es sinónimo de progreso.
Frente a este panorama, diversos estados podrían establecer sus propios estándares. California, Nueva York y Massachusetts han mostrado históricamente una disposición a mantener reglas más estrictas que las federales. En este nuevo contexto, se perfila una fragmentación normativa que podría generar un mosaico de legislaciones contradictorias, afectando tanto a consumidores como a productores.
El ciudadano en el centro del conflicto
La medida toca una fibra sensible: el equilibrio entre la comodidad individual y el bien común. Para muchos, tener una ducha potente es símbolo de lujo y libertad. Para otros, representa una irresponsabilidad en tiempos donde el agua comienza a escasear incluso en países desarrollados.
Los consumidores se encuentran ahora ante una decisión ética y práctica: optar por el confort inmediato o asumir un compromiso con el medioambiente. Las campañas de sensibilización jugarán un papel crucial en los próximos años, especialmente si la legislación federal continúa debilitándose.
La política del agua en Estados Unidos refleja, una vez más, el dilema entre desarrollo y conservación. Mientras el país se debate entre dos visiones de futuro, el mundo observa con atención. Porque cada gota cuenta, y en el flujo de una ducha también se esconde el destino de un planeta que no puede permitirse el lujo de desperdiciar lo esencial.
Comments