top of page
  • Pinterest
  • Instagram
  • YouTube

Cuando los grandes cayeron de sus pedestales: el grito eterno de libertad de Camille Desmoulins y el eco de Prudhomme.

Hay frases que nacen en un instante de furia y lucidez, que cruzan el tiempo como centellas encendidas y se incrustan en la conciencia de los pueblos. La frase “Les grands ne sont grands que parce que nous sommes à genoux; levons-nous !” “Los grandes sólo son grandes porque nosotros estamos de rodillas; ¡levantémonos!” es una de ellas. No es sólo un eslogan revolucionario: es un espejo en el que, aún hoy, la sociedad puede ver su rostro más sumiso o su alma más valiente. Esta poderosa declaración apareció como lema en el periódico Les Révolutions de Paris, dirigido por Louis-Marie Prudhomme durante los días incendiarios de la Revolución Francesa. Pero su origen, su carga filosófica y su vigencia atraviesan siglos.


El tiempo de los gigantes y los hombres arrodillados
Cuando los grandes cayeron de sus pedestales
Cuando los grandes cayeron de sus pedestales

Cuando los grandes cayeron de sus pedestales. Estamos en el año 1789. Francia hierve. El pueblo lleva siglos cargando sobre sus hombros el peso de una nobleza parásita y una monarquía indiferente. Las arcas del Estado están vacías, pero las mesas de Versalles rebosan manjares. El campesino paga impuestos que no entiende y muere sin haber soñado. Mientras tanto, los nobles se pasean con pelucas empolvadas y sonrisas despectivas.

En este contexto, nace el panfleto, la prensa insurgente, la palabra como pólvora. Les Révolutions de Paris no era sólo un periódico: era un tambor de guerra. Bajo la dirección de Louis-Marie Prudhomme, un tipógrafo convertido en periodista radical, la publicación se convirtió en la voz del pueblo exasperado. Fue allí donde apareció, en tinta ardiente, esta frase que llamaba a una insurrección moral tanto como física: “¡Levantémonos!”


Louis-Marie Prudhomme: el tipógrafo de la revolución

Prudhomme no era un líder militar ni un orador brillante. Era un hombre de imprenta, un observador lúcido de los abusos, que entendió que las palabras pueden ser más eficaces que las armas. Fundó su diario en julio de 1789, apenas unos días después de la Toma de la Bastilla. Les Révolutions de Paris se convirtió rápidamente en uno de los periódicos más influyentes de la época.

Pero la frase en cuestión, aunque popularizada por Prudhomme, tiene raíces aún más profundas. Muchos la atribuyen a Camille Desmoulins, periodista y figura clave del inicio de la Revolución, quien enardeció a las multitudes en los jardines del Palais-Royal antes del asalto a la Bastilla. Sin embargo, la idea que encierra la de que el poder de los tiranos se sostiene con la sumisión de los sometidos es un eco que resuena desde los antiguos estoicos hasta los tratados libertarios del siglo XVIII.


¿De dónde viene realmente esta frase?

Aunque Prudhomme la hizo célebre, la frase remonta filosóficamente a Discours de la servitude volontaire (Discurso sobre la servidumbre voluntaria), escrito en el siglo XVI por Étienne de La Boétie, amigo íntimo de Montaigne. En él, La Boétie reflexionaba sobre cómo los pueblos se someten voluntariamente al poder, incluso cuando podrían sacudírselo con un simple gesto de dignidad colectiva.

La frase “Los grandes sólo son grandes porque nosotros estamos de rodillas” es la síntesis perfecta de esa idea. Una sentencia breve, poderosa, dirigida no al tirano, sino a los sometidos. Es una invitación, un desafío, una llamada de conciencia: si el pueblo se pone de pie, los ídolos caen.


El poder de la imagen: arrodillarse como metáfora

La metáfora de la rodilla es universal. Arrodillarse implica sumisión, reverencia, obediencia ciega. Pero también puede representar fe o amor. En el contexto revolucionario, sin embargo, es una humillación impuesta. La frase de Prudhomme convierte ese acto pasivo en el nudo mismo del problema social: no es el poder el que se impone, sino el pueblo el que lo permite.

Este cambio de foco fue un trueno en la conciencia colectiva. No era el rey el que debía ser culpado por completo: también lo eran aquellos que, por miedo o comodidad, perpetuaban el sistema al aceptar su lugar en la cadena.


Del papel a las calles: el grito que incendió París

En aquellos días de 1789, cada palabra escrita podía convertirse en barricada. La frase se imprimió y se gritó. Se leyó en voz alta en las tabernas y se escribió en las paredes de París. Era fácil de memorizar, contundente, y llevaba consigo el espíritu de rebelión.

El diario de Prudhomme publicaba listas de aristócratas corruptos, informaba sobre los debates de la Asamblea Nacional y denunciaba los abusos. Pero esa frase era su alma. Cada edición la llevaba como estandarte. No era sólo un lema: era una brújula moral.


La caída de los grandes

Y los grandes cayeron. La Revolución Francesa no fue una danza de terciopelo. Fue una tempestad sangrienta. Reyes, reinas, duques y cortesanos vieron cómo sus palacios eran asaltados, sus privilegios abolidos, sus cabezas rodaban. La frase cumplió su profecía: cuando el pueblo se levantó, los grandes ya no pudieron sostenerse.

La guillotina se convirtió en símbolo de justicia para algunos y de barbarie para otros. Pero nadie pudo negar que todo comenzó con una idea: la de que ningún poder es eterno si quienes lo sostienen deciden soltarlo.


El eco de la frase en los siglos posteriores

Después de Prudhomme, la frase fue retomada por anarquistas, socialistas, sindicalistas y líderes de movimientos sociales en todo el mundo. En América Latina se tradujo y reinterpretó durante las luchas por la independencia. En el siglo XX, durante la Revolución Rusa, resonó nuevamente: el pueblo tenía el poder, solo debía usarlo.

En los movimientos civiles de los años 60 en Estados Unidos, figuras como Martin Luther King Jr. o Malcolm X desde perspectivas distintas retomaron la idea esencial: los opresores sólo se sostienen si los oprimidos se arrodillan.

Incluso hoy, en medio de crisis sociales, protestas masivas y demandas por equidad, esta frase aparece pintada en muros, en pancartas, en redes sociales. Ha sobrevivido imperios y dictaduras, guerras y silencios. Porque es, en esencia, una verdad que no caduca.


La vigencia del mensaje: ¿seguimos de rodillas?

La pregunta que nos deja esta frase no es histórica, sino profundamente contemporánea. ¿A qué estamos sometidos hoy? ¿Al poder económico? ¿A la vigilancia digital? ¿A los gobiernos populistas o las élites tecnocráticas? ¿Nos arrodillamos ante la inercia, el conformismo, el miedo?

Levantarse ya no implica tomar una Bastilla, sino atreverse a pensar, a disentir, a votar con conciencia, a actuar con responsabilidad. La libertad moderna no requiere de espadas, sino de conciencia despierta.


De la tinta a la conciencia

Louis-Marie Prudhomme, quizás sin saberlo, imprimió una frase que sobreviviría a su tiempo y a su propia muerte. No fue rey ni mártir, pero su diario sirvió como catapulta de una idea que incendió conciencias. Los grandes sólo son grandes porque nosotros estamos de rodillas; ¡levantémonos! no es una invitación al caos, sino al despertar.

Mientras existan injusticias, habrá alguien que recuerde estas palabras. Mientras haya rodillas dobladas por el miedo, habrá voces que llamen a ponerse de pie. Porque el mayor poder del pueblo no está en su número, sino en su capacidad de decir basta. Y ese día, los grandes volverán a ser simplemente hombres.



Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

Tharey Designs

bottom of page